Alejandro Martínez Chorro, un pura sangre sobre la bicicleta

Alejandro Martínez Chorro acostumbra a tener prisa sobre la bicicleta. Su conversación pausada y su discurso sosegado se tornan en puro nervio sobre las dos ruedas. Así ha sido desde muy pequeño. A los 2 años, empezó a probar su equilibrio con un manillar. Y a los 4, cuando todavía la bicicleta le ganaba en envergadura, se inició con las competiciones. Tanta pasión por el ciclismo podía responder a razonas genéticas. Su padre Juan Manuel y su tío Vicente sentían auténtica devoción por este deporte. Al final, la afición de sus seres más próximos acabó atrapando al componente del Proyecto FER. Con 19 años recién cumplidos y con un esperanzador futuro por delante, el deportista de San Vicente del Raspeig continúa con la misma ilusión y motivación del primer día. O más, si cabe. Sus progresos alimentan su ambición.

Que nadie espere en Alejandro un potencial ganador de una ronda por etapas. El ciclista alicantino se define “como velocista, que no fondista”. El nuevo deportista del Proyecto FER es consciente de sus virtudes: rapidez, potencia, explosividad. Tales características le han concedido los principales éxitos logrados hasta la fecha. Y todos, sobre el velódromo. Con todo, Alejandro no quiere encasillarse tan joven en el ciclismo en pista. “Es cierto que, ahora mismo, estoy más centrado en las pruebas sobre el velódromo, pero todavía soy joven y ni quiero ni puedo descartar abrirme camino en la ruta. El tiempo dirá cómo y hacia donde evoluciono”, explica el deportista alicantino.

Su primer gran éxito se remonta al año 2012, momento en que se proclamó campeón de España infantil en carretera en Asturias. No obstante, su eclosión ha llegado en los dos últimos ejercicios. En la etapa junior. En los velódromos nacionales, se ha adjudicado casi todas las pruebas vinculadas con la velocidad. Además, en el Campeonato de Europa junior de 2016, celebrado en Italia, se colgó el bronce en la disciplina de 1 km y rozó el podio, fue cuarto, en keirin, modalidad que figura en el programa olímpico. Tales prestaciones y credenciales le han permitido dar el salto a la selección española absoluta; en concreto en el trio de tres componentes que disputa la velocidad por equipos. De hecho, este año ha disputado las Copas del Mundo de Cali y Los Ángeles y defendió al combinado nacional en el Campeonato del Mundo disputado en Hong Kong, donde el conjunto español terminó en la décima plaza de dieciséis equipos participantes. “Aunque el seleccionador puede optar entre diversos aspirantes, percibo que cuentan bastante conmigo para la velocidad por equipos en las grandes pruebas internacionales. Ello me da mucha ilusión ante la posibilidad de poder ir a Tokio 2020, siempre que el ciclismo español se clasifique, claro. No será fácil. El nivel es espectacular. Lo estoy comprobando este año”, apunta Alejandro.

Ahora, última su preparación para su gran cita del año, el Campeonato de Europa sub 23, previsto del 18 al 23 de julio en Portugal. En el velódromo luso, Alejandro afrontará cuatro pruebas: velocidad por equipos, 1 km, velocidad individual y keirin. Y lo hará tras una convalecencia y un proceso febril que le debilitó bastante a finales de junio. Al menos, un día a la semana se desplaza desde su San Vicente del Raspeig natal hasta el velódromo Luis Puig de Valencia. Todavía no tiene carnet. “Mi madre ejerce de chófer. En realidad, mi madre ejerce de casi todo. De chófer, de manager, de fan, de crítica. Lo vive tanto o más que yo. Es como una periodista especializada en ciclismo”, comenta, entre risas, el deportista alicantino.

Alejandro comparte nombre con su gran ídolo, el murciano Valverde, “aunque en los últimos años también me ha gustado mucho el belga Tom Boonen”, un campeón del Mundo de ruta en el año 2005, el logro que más emoción le inspira al ciclista FER. “Igual puede sonar raro; pero, si me dan a elegir, entre ser campeón del Tour o ser enfundarse el maillot arco iris de campeón del mundo, me quedo con este último”. Posiblemente, ello requeriría de un sprint, de una extraordinaria exhibición de punta de velocidad. Lo normal en Alejandro desde bien joven.