El vallista del Proyecto FER ha visitado la sede de la Fundación Trinidad Alfonso tras su cuarto puesto en el Mundial de Tokio
Hay cuartas plazas que saben a medalla. A la del dulce chocolate que, como se dice coloquialmente en el argot deportivo, se colgó Quique Llopis en el Mundial de Atletismo de Tokio. Fue el pasado 16 de septiembre cuando el atleta de Bellreguard, uno de los becados por la Fundación Trinidad Alfonso -que preside Juan Roig- a través del Proyecto FER, paró el crono en 13 segundos y 16 centésimas en los 110 metros vallas del certamen continental. Quedó a solo cuatro centésimas del bronce y registró su segunda mejor marca de la temporada al aire libre. Una actuación portentosa, aunque sin el premio del metal, que bien ha merecido una visita a la sede de la Fundación.
No es la primera vez que Llopis prueba el cacao de la cuarta plaza. Le ocurrió, también, en el Campeonato del Mundo en pista cubierta de Glasgow y en los Juegos Olímpicos de París, ambas ocasiones en 2024. Sin embargo, regresó optimista de Japón: “En Tokio conseguí ser más competitivo que en los Juegos, vi las medallas de más cerca. Vuelvo contento con el trabajo y, aunque puede que quede la espina de lo poco que faltó para subir al podio, no hay otra que seguir”, ha afirmado Quique ante los medios que han acudido a su encuentro.

Y es que, para Llopis, aunque no deja de superarse, todavía hay margen de mejora. En la técnica de su salida, sobre todo: “Ha habido una mejora importante en los últimos años, pero, si quiero estar compitiendo en la cima, he que perfeccionar ciertos apoyos para no salir tan hundido”, ha reconocido un deportista que, tras unas semanas de descanso y desconexión, regresará al trabajo la próxima semana. En febrero volverá la competición, pero los próximos meses de entrenamiento se presentan clave para “generar una buena base” de cara al nuevo curso.
Porque Quique no tiene ‘medallitis’ ni se obsesiona con la incesante batalla que mantiene con los mejores vallistas del planeta, pero tampoco cesa en su empeño por convertir las onzas de chocolate en el metal con el que sigue soñando a las puertas de sus 25 años. La juventud y su ascenso al estrellato no le alejan de su innata humildad tras la que se esconde una asombrosa confianza en sí mismo: “Estoy seguro de que algún día conseguiré colgarme esa medalla mundial y, cuando lo haga, no creo que cambie nada. Puede suponer un punto de inflexión, pero continuaré trabajando igual, como hasta ahora”. En su horizonte ya aparecen el Campeonato del Mundo en pista cubierta en Torun, el Europeo al aire libre en Birmingham… y en 2027, el Europeo indoor de Valencia. Llopis en estado chocolate puro.