El 2025 de Bárbara Pardo está siendo espléndido. Si a principios de año la palista de Antella (25 años) albergaba serias dudas de continuar con su avance en hacia lo más alto del piragüismo profesional, ahora vive el momento más dulce de su vida deportiva. Este pasado viernes, Bárbara se proclamó campeona del mundo con el combinado nacional en la prueba del K4-500m en Milán. En la final, después de superar las dos primeras series con solvencia, la valenciana y sus compañeras -Sara Ouzande, Lucía Val y Estefanía Fernández- protagonizaron una espectacular remontada que pasará a la historia: es la primera vez que el equipo español femenino de K4-500 logra un oro mundial en una de las pruebas olímpicas y más relevantes del piragüismo internacional.
La carrera fue tan épica como la remontada particular de Bárbara Pardo desde el pasado mes de marzo. Las españolas eran terceras a mitad de prueba y, aunque una medalla ya suponía un gran éxito para un conjunto que apenas acumula cinco meses de rodaje, no negociaron su ambición. Sacaron fuerzas de donde no las había para adelantar a la embarcación china y bielorrusa, y terminar la final en 1:32:58. “Lo de superar a rivales como China, Australia, Nueva Zelanda o Hungría, lo de ganar un Mundial, lo de hacer lo que hemos hecho tras solo unos meses juntas… no tiene nombre. Me lo dicen a principio de año y no me lo hubiera creído”, cuenta Bárbara, la más joven del cuarteto nacional, ya con su nuevo oro al cuello.
Una temporada de ensueño
Y es que Bárbara aún no puede creerse cómo ha cambiado su carrera deportiva en cuestión de meses. El de Milán es el triunfo más importante hasta la fecha, pero no el único desde que, en marzo, supo que su día a día iba a pasar a localizarse en Sevilla. Antes de eso, reconoce, afloraron las dudas sobre si continuar con el sacrificio del deporte profesional, y en particular del piragüismo, merecía la pena. La dureza del camino recrudecía la batalla por llegar a lo más alto, pero Bárbara está hecha de otra pasta: “Si de algo puedo presumir es de no rendirme nunca. Estoy segura de que mi padre, ya fallecido, me hubiera alentado para continuar”, decía la palista antes de empezar un verano que recordará siempre.

Entonces, cuando el orgullo de haber permanecido en la pelea ya brotaba por encima de las dudas de meses anteriores, Bárbara y las suyas acababan de conseguir el oro en la Copa del Mundo de Hungría. El K4 era un equipo completamente nuevo, pero corría el mes de mayo y ya se había adjudicado su primer gran éxito. La remontada de Bárbara no hacía más que empezar.
Espoleada por ese éxito, las chicas acudieron al Europeo de República Checa con grandes sensaciones y, sobre todo, sin nada que perder. En juego, eso sí, la confirmación de que lo ocurrido en Hungría un mes atrás no había sido un oasis en el desierto. El resultado, una meritoria medalla de plata. Un metal que ratificaba el gran momento de un equipo joven, precoz y, sobre todo, ambicioso. Sabia nueva en el panorama del piragüismo mundial.
Y de esos dos éxitos a la guinda. Antes de viajar a Italia, Bárbara aseguraba en el Proyecto FER que “todavía hay margen de mejora” y que aterrizaba en el Mundial consciente de la dificultad de repetir podio, aunque sin ningún tipo de complejo. Y ha demostrado que su ascensión no tiene límites y que los Juegos de Los Ángeles empiezan a aparecer en su horizonte: “Ya empezamos a verlo como un objetivo factible, pero nos lo tomamos con cautela, con tranquilidad, siempre con los pies en el suelo”.
En Italia, donde la palista permanece durante unos días de descanso, ha compartido lágrimas de felicidad con su madre y su tía, dos personas más que clave para la remontada personal que está saboreando. Quién le iba a decir a Bárbara Pardo, cuando en marzo se enfrentaba a los Selectivos donde se ganó el sitio en la embarcación hoy campeona del mundo, que en agosto iba a levantar de asombro a todo un país.