Miriam Martínez: plata en Tokio tres años después de que le cambiara la vida

Septiembre de 2018. Miriam Martínez Rico (Ibi, 31 años) empieza a sentir una especie de hormigueo en la cara y las piernas que, semanas más tarde, deriva en un derrame cerebral a causa de una enfermedad autoinmune. Las consecuencias fueron bastante graves. Tres años después, en septiembre de 2021, la atleta alicantina se convierte en una de las personas más felices del mundo al conseguir la medalla de plata en el lanzamiento de peso F36 en los Juegos Paralímpicos de Tokio. Además, con marca personal, 9,62m. La amargura y la felicidad de la vida, concentradas en apenas 36 meses.

Aunque sea una persona inteligente, madura y muy centrada, Miriam Martínez ha experimentado hoy unas emociones muy intensas. Seguro que habrá echado la vista atrás y habrá recordado aquellos duros momentos, en los que la incertidumbre y la angustia la consumían, pero en los que se agarró al deporte, su gran pasión, como tabla de salvación. Hace tres años, aquel desgraciado percance le paralizó la parte izquierda del cuerpo y le afectó seriamente a otras funciones básicas y motoras, como tragar o andar. Además, sufre dificultades de movilidad en la pierna izquierda, problemas para sostener objetos con la mano, problemas de equilibrio, o pérdidas transitorias de la voz, entre otras afectaciones. De hecho, durante los últimos días, le han fallado las piernas en Tokio. Por ello, ha tenido unas palabras de recuerdo y reconocimiento al equipo médico del Comité Paralímpico Español. No obstante, todo ello ha pasado hoy a un segundo plano tras el mágico momento vivido en el Estadio Olímpico de la capital nipona.

Graduada en Ingeniería en Edificación, antes del derrame cerebral, Miriam Martínez jugaba al fútbol sala de forma “semiprofesional” y practicaba el atletismo “porque mi padre había sido atleta durante muchos años y lo llevaba en mis genes. Además, en mi tiempo libre, solía hacer escalada, barranquismo o alpinismo; es decir, modalidades con un alto componente de riesgo y adrenalina. Precisamente, esa afición por el deporte es lo que me ha salvado. Cuando estaba en el hospital, desde el primer minuto, pregunté a los médicos que me atendían cuándo volvería a correr. No, a andar; sino, a correr», recuerda.

 

«La pasión por el deporte fue la esperanza a la que me aferré para pensar que este percance sólo sería un paréntesis. En situaciones límite como la que yo viví, has de agarrarte a lo que sea para no hundirte. Yo me abracé al deporte. Cuando después de mucho intentarlo, volví a andar sin caerme, pensé que, de nuevo, estaba en condiciones de volver a empezar y de comerme el mundo”, comentaba Miriam, a este mismo portal hace pocos días, antes de viajar a Tokio.

Cuando, después de mucho intentarlo, volví a andar sin caerme, pensé que, de nuevo, estaba en condiciones de empezar de nuevo y de comerme el mundo

También hoy, la atleta alicantina se habrá acordado de dos personas clave en su breve, pero ya intenso, idilio con el atletismo. Son Isabel Hurtado, seleccionadora de la Federación Española de personas con parálisis cerebral, y Ainhoa Martínez, su actual entrenadora. Ambas le animaron a probar la especialidad de lanzamientos. Aunque lleva a su Ibi natal en el corazón, se entrena en Gandía.

El crecimiento de Miriam Martínez ha sido vertiginoso. Empezó a practicar el lanzamiento de peso con seriedad y plena dedicación a mediados de 2020. Sólo medio año después, en febrero de 2021, logró la mínima B en Dubái. En junio, se proclamó campeona de Europa. Hoy, en Tokio, ha subido al podio tras un concurso muy regular. En su primer lanzamiento, ya había dado el paso definitivo hacia la medalla de plata al alcanzar unos más que respetables 9,62m. Al final, sólo ha quedado por detrás de la rusa Galina Lipatnikova.

Aunque nos cambie la vida, al final podemos vivir momentos maravillosos.

Hoy he puesto más corazón que otra cosa», confesaba Miriam, quien se ha acordado y ha dedicado esta plata a su familia. “Aunque nos cambie la vida, al final podemos vivir momentos maravillosos”, señalaba para concluir. Hace tres años, un hormigueo le empezó a condicionar la vida. Hoy, ha experimentado otro cosquilleo. Pero, de emoción y orgullo.