Pablo Herrera ya es leyenda

Amante de la discreción, poco dado a los focos, cómodo en un segundo plano, parco en palabras, nada proclive a transmitir emociones… Son algunas de las características personales de Pablo Herrera. Sin embargo, durante las próximas semanas, el longevo deportista FER va a asumir un gran protagonismo. Va a convertirse en el centro de muchas miradas. A falta de una semana para que se cierre el proceso clasificatorio hacia París 2024, Herrera (Castellón, 42 años) ya se ha asegurado el billete olímpico. 

Pablo, por tanto, se dispone a disputar sus sextos Juegos. Es decir, va a convertirse en historia, en leyenda. Nunca, hasta la fecha, un jugador de vóley playa había sumado seis participaciones olímpicas. Además, concatenadas. De esta forma, el embajador FER supera al mítico brasileño Emanuel Rego, quien ostentaba cinco Juegos sobre la arena. En los últimos años, Herrera siempre reconoció que este hito era todo un aliciente y un fuerte impulso para estirar su trayectoria deportiva hasta París. En la capital francesa, Herrera afrontará su último baile. No hay mejor rúbrica a una carrera tan dilatada y prolífica. Será un epílogo majestuoso. El colofón soñado. Y con su familia, en las gradas.

Cuando, siendo muy jovencito, empezaste a practicar el voleibol, ¿pensabas que llegarías a ser olímpico hasta en seis ocasiones?

Ni mucho menos. Pero no sólo no lo pensaba cuando me inicié en el voleibol y ya, como todo chaval, soñaba con llegar a unos Juegos… Cuando ya llevaba tres o cuatro participaciones olímpicas, tampoco creía que llegaría a París 2024 con 42 años. Me parece casi un milagro.

Os habéis clasificado para los Juegos de París con cierta holgura. ¿Pensabas que sería más complicado?

Bueno, quizás, desde fuera, os ha parecido más sencillo, pero te puedo decir que estos dos últimos años han sido duros. De hecho, hay parejas top que no han conseguido la clasificación. Ha sido un proceso complicado porque, como siempre digo, ni Adrián ni yo somos dos chavales.

En la presente temporada vuestros mejores resultados han sido tres quintas plazas, dos en sendos Challenge (Saquarema y México), y una en el Élite de Tepic. ¿Contentos?

Estamos moderadamente contentos y satisfechos. Quizás, nos ha faltado un resultado más espectacular en 2024. Vamos a ver si lo podemos lograr todavía en el Élite 16 de esta semana en Ostrava. Dicho esto, hemos sido bastante regulares y, sobre todo, nos hemos mostrado competitivos. Seguimos trabajando para conseguir nuestra mejor versión, porque tenemos margen de mejora.

Ahora, ya se puede afirmar con contundencia. Vas a convertirte en el primer jugador de vóley playa de la historia en disputar seis Juegos. ¿Qué significa este hecho tan especial para ti?

Muy contento y orgulloso, qué voy a decir. Realmente, cuando echo la vista atrás y repaso todo el camino, creo que estoy consiguiendo toda una gesta. Con el nivel tan alto y con la competencia tan feroz que tenemos enfrente, no es fácil mantenerte en la élite internacional tanto tiempo. En el fondo, es la recompensa de muchos años de sacrificio, dedicación, pasión, afán de superación y constancia.

Tras la plata de Atenas, en los últimos cuatro Juegos (Pekín, Londres, Río y Tokio) has ocupado la novena plaza. Es decir, los octavos de final se han convertido en una frontera insalvable. ¿Os veis capacitados para derribar ese límite en París?

Capacitados nos vemos, claro, pero repito, hay y habrá mucho nivel. De hecho, la fase de grupos será tremendamente complicada. Acceder a los cruces ya tendrá mucho mérito. Pero vamos a dar el máximo en cada partido y a disfrutar de cada momento. Es el último baile y habrá que saborearlo a tope.

¿Y cómo llevas el saber que, en breve, vas a dejar de convivir con Adrián Gavira, tu inseparable compañero en los últimos 16 años?

No quiero ni pensarlo. Cuando llegue el momento, ya nos emocionaremos lo que tengamos que emocionarnos. Para mí, Adrián es mucho más que un compañero en la arena. Con el estrés, la exigencia y la presión inherentes al deporte profesional, la permanencia de un tándem durante 16 años es un hecho inusual. La explicación tiene un nombre: respeto entre ambos y calidad humana.