El Proyecto FER volvió a acariciar la consecución de dos nuevas medallas en los Juegos Paralímpicos de Río 2016. Por una parte, la de Héctor Cabrera, quien no pudo completar la trilogía mágica del atletismo adaptado valenciano, tras el oro de Kim López en peso y el bronce de David Casinos. Solo faltaba poner la rúbrica perfecta con otro metal. En este caso, procedente desde la especialidad de jabalina F13 (categoría de discapacidad visual). El encargado de conseguir el pleno de éxitos en la modalidad de lanzamientos era Héctor Cabrera, deportista nacido en Oliva y de 22 años de edad.
Sin embargo, las ilusionantes expectativas no se materializaron con un nuevo podio. Héctor Cabrera estuvo lejos de sus mejores marcas y finalizó en la quinta posición. Sensación agridulce en sus primeros Juegos Paralímpicos.
El concurso ofreció un nivel elevadísimo. Digno de unos Juegos. El bronce, por ejemplo, se cifró en los 60,86m. Héctor Cabrera solo pudo llegar hasta los 58,47m. Si hubiera repetido su mejor marca personal (62,28m) hubiera concluido tercero. De ahí su cara de circunstancias y su discurso melancólico. “No me he encontrado mal del todo, no me han afectado los nervios, estaba bastante tranquilo. Incluso en el calentamiento he tenido un lanzamiento por encima de los 63m. Pero ya en competición, no tenía buenas sensaciones del todo en los brazos a la hora de ejecutar los tiros”.
Además, el ciclista Maurice Eckhard acabó cuarto la contrarreloj individual. Con la única excepción del bronce alcanzado en Londres 2012, en el resto de Juegos Paralímpicos esa es la posición que ha ocupado en la contrarreloj individual. Así ocurrió en Atenas 2004, así sucedió en Pekín 2008 y así aconteció hoy en Río 2016. Pero no es gusto por la flagelación. Nada más lejos de la realidad. No es tan cruel consigo mismo el ciclista valenciano.
Además, por si quedarse en la antesala del podio no generara bastante frustración, añádase la escasa diferencia que lo apartó de las medallas. Tan solo 4 segundos. Un suspiro. De tristeza, en este caso. Casualmente, la misma frontera que separó a Jonathan Castroviejo de los metales en la misma especialidad durante los Juegos Olímpicos del pasado mes de agosto. Macabra coincidencia.