Quique y la fábrica de chocolate: “Esta cuarta plaza me sabe mejor que la de París”

“Cuarto del mundo al aire libre, cuarto en los Juegos Olímpicos, cuarto del mundo indoor…”, enumeraba Quique Llopis minutos después de haberse quedado a un palmo de lograr una medalla en el Mundial de atletismo de Tokio. El deportista FER recordaba los cuartos puestos, las ‘medallas de chocolate’, que ha coleccionado en las dos últimas temporadas. En el Campeonato del Mundo bajo techo de Glasgow de 2024; en los Juegos de París de ese mismo verano; y ahora, un año después, en el certamen universal celebrado en Tokio… Pese a la rabia contenida, Llopis (Bellreguard, 24 años) se lo tomaba con deportividad. Son los gajes del oficio. Es el peaje, bendito peaaje, de codearse con los mejores vallistas del planeta.

Es curioso. El trío de cuartas plazas mundiales que ha recopilado Llopis tiene precedentes en el deporte valenciano… y en el Proyecto FER. Como si de la película Charlie y la fábrica de chocolate se tratase, Eusebio Cáceres ya construyó su propia factoría y, ahora, ha entregado a Quique su ‘billete dorado’: “Me han dicho que, quizá, Eusebio me ha pegado su maldición…”, decía Llopis con sarcasmo, y con una mezcla de satisfacción y resignación en su sonrisa. Y es que el saltador de longitud alicantino fue cuarto en el Mundial de Moscú 2013, cuarto en el Europeo de Zúrich 2014, cuarto en el Europeo de Glasgow 2019… y también cuarto en los Juegos de Tokio, en 2021. En la capital nipona, Eusebio se quedó a tres centímetros del bronce olímpico. Ayer, en el mismo escenario, cuatro centésimas separaron a Quique Llopis del tercer cajón universal. Los paralelismos entre ambos, referentes del deporte valenciano, nacional y mundial, son  sorprendentes.

Fotos: RFEA / Sportmedia

Quique, como Charlie Bucket en la famosísima historia de Roald Dahl, encarna la humildad, la normalidad y la perseverancia. Nada de extravagancias. Por eso, mientras algunos gesticulan y arengan al público en el momento de la presentación, él solo mira al frente y guarda silencio. Ayer, en Tokio, junto al jamaicano Orlando Bennet y japonés Rachid Muratake, el deportista FER era uno de los tres atletas que repetían final con respecto a la de París 24. Paró el crono en su segunda mejor marca del curso (13:16, por los 13:12 de la final de la Diamond League en Zúrich, a finales de agosto).

También por esa constancia innata, el mago de Bellreguard mantiene los metales mundiales como un objetivo ineludible: Quizá, el año que viene, puede que al otro… O quizá, nunca. Ya sabemos cómo funciona el atletismo. Hay veces en que este deporte es agradecido, pero en la mayoría de ocasiones no lo es”, reflexionaba en zona mixta mientras aceptaba la crudeza de una prueba como los 110 metros vallas: “Tienes que correr tres carreras a un nivel altísimo y, al mínimo error, te puedes quedar fuera”. En ese momento, probablemente, Quique recordaba que se había metido en la final literalmente por una nariz en la agónica resolución de la semifinal.

No obstante, reconocía que, esta vez, sí había sentido que luchaba por las medallas. En Tokio sí experimentó una sensación que no tuvo en los Juegos Olímpicos: “Las he visto cerca, mucho más que el año pasado, pero los jamaicanos han hecho marca personal, la carrera de su vida… Ya está, no podemos pedir más. No puedo reprocharme nada. Dicho lo cual, esta cuarta posición me sabe mucho mejor que la de los Juegos de París”, comentó al atleta valenciano. Pese a todo, la estrella del Proyecto FER regresa de Japón con el optimismo de quien se sabe en la cima del atletismo y con la esperanza de, algún día, salir de la fábrica de chocolate con un tesoro universal.