La firma invitada: hoy escribe Almudena Rivera

Desde hace años, una de las principales demandas de los deportistas paralímpicos españoles es la equiparación (tanto en el trato, como en las becas) con sus homólogos olímpicos. A mismo esfuerzo (o, incluso, más, por la discapacidad) y mismo color de medalla, misma recompensa. Parece de cajón, pero la realidad no es así y sigue habiendo una gran diferencia entre unos y otros. El Proyecto FER lleva demostrando desde 2013, en la Comunitat Valenciana, que tal equiparación es posible. No hacen distinciones a la hora de conceder becas. En el FER, todos y todas son deportistas de élite. Sin etiquetas previas. No ven la discapacidad, sino las capacidades de todos, que son muchas. Por eso, les ayudan económicamente por igual y les dan la misma visibilidad.

Y esas ayudas son las que permiten a los deportistas poder centrarse en entrenar y competir para conseguir los mejores resultados posibles, y la ansiada clasificación para los próximos Juegos. Queda apenas un año y medio para Tokio 2020 y, viendo los grandes resultados de los atletas becados por la Fundación Trinidad Alfonso, podemos ser optimistas. Todo va encaminado a que, en la cita de Japón, el Proyecto FER supere las cifras de Río 2016: una delegación compuesta por 16 deportistas, y un botín de 3 medallas.

En el FER, todos los deportistas, olímpicos y paralímpicos, reciben el mismo trato. Sin distinciones. Sin etiquetas

Una de esas medallas en la ciudad carioca fue el oro del atleta Kim López. Fue el primero para el equipo español desplazado a Brasil. Llegó en lanzamiento de peso F12 (discapacidad visual). Este pasado verano, el valenciano subió por dos veces (disco y peso) al segundo cajón del podio en el Europeo de Berlín, certamen en el que brillaron especialmente Héctor Cabrera, que recuperó su jabalina in extremis antes de competir y ganar el oro, e Iván Cano, quien recordará el suyo, en longitud T13, toda la vida. El alicantino llegó a pensar que ni siquiera podría participar en la cita del año tras partirse el peroné y romperse la cabeza del radio pocos meses antes de viajar a Berlín. También destacaron los nadadores del Proyecto FER en el Europeo de natación celebrado en Dublín. De allí volvieron con ocho medallas de bronce (tres de Sergio Martos, dos de José Antonio Marí, dos de Ariadna Edo y uno de Eva Coronado). También se trajo un bronce, en este caso del Mundial de paratriatlón, Hector Catalá, a quien esa medalla le supo a oro, porque llevaba menos de un mes entrenando con su nuevo guía, el gallego Gustavo Rodríguez.

Todo va encaminado a que, en Tokio 2020, el Proyecto FER supere las cifras de Río 2016: una delegación de 16 deportistas y un botín de 3 medallas

Desde su primera edición en 2013, el Proyecto FER ha combinado su ayuda a los deportistas que empiezan –y ahora ya no son promesas, sino realidades- con el apoyo a los más veteranos. El valenciano Ricardo Ten, toda una institución en la natación durante dos décadas, ha contado con su ayuda en la piscina, pero también desde que decidió cambiarse al ciclismo. Apenas un año después de colgar el bañador, Ten se ha proclamado en 2018 campeón del mundo de pista en la prueba de persecución individual 3 km en Río de Janeiro y, pocos meses después, volvió a subir al podio en el Mundial de carretera, con una plata en ruta y un bronce en crono. Es tan grande el apoyo del FER a los paralímpicos que, cuando uno de sus mitos, el atleta David Casinos (cuatro oros paralímpicos y un bronce) decidió anunciar que dejaba el atletismo para empezar una nueva aventura en el ciclismo, celebró el acto de despedida en la sede de la Fundación Trinidad Alfonso. Porque para ellos, es su casa y son su segunda familia.