Ángela Martínez será olímpica en París

Lo consiguió. Ángela Martínez Guillén será olímpica. Brazada a brazada, largo tras largo, maratón tras maratón sobre el agua, la joven nadadora FER (Elche, 19 años) ha alcanzado el billete más deseado. El premio más anhelado. El logro más soñado. Ha conquistado la recompensa por la que tanto se ha sacrificado. Especialmente, desde septiembre de 2021, momento en que dejó atrás a familia y a amigos, y se mudó a Málaga. Ángela firmó su proeza el pasado sábado, en la prueba de los 10 km en aguas abiertas del Mundial que se está disputando en Doha. Con su 13ª plaza, la deportista alicantina se adjudicaba uno de los pasaportes olímpicos que se repartían en el certamen mundialista. La embajadora FER es algo más que una gran deportista. Si no lo es ya, va camino de convertirse en una auténtica estrella.

Ángela sufrió de lo lindo. De hecho, el billete para estar en París llegó de forma agónica, milagrosa. Y tras un esprint final no apto para cardíacos. Se distribuían 13 plazas directas, sin contar a las tres medallistas del Mundial del pasado año. De estas tres nadadoras que ocuparon el podio en Fukuoka 2023, participaron la alemana Leonie Beck y la estadounidense Katie Grimes. Ninguna de las dos concluyó dentro de las 13 mejores. Es decir, la deportista FER atrapó el último de los pasaportes disponibles. Y por sólo tres segundos. De hecho, cuando finalizó la prueba, la nadadora ilicitana pensaba que no se había clasificado para los Juegos: “Cuando terminé, me temía lo peor. Intuía que estaría en el límite entre la gloria y la decepción, pero creía que no me había metido. Fueron unos instantes de miedo, de confusión, de tensión y de enfado. Pero, cuando me dieron la noticia, aunque no lloré, estuve cerca. La emoción que sentí fue indescriptible”, explica la embajadora FER.

Pese a la histórica conquista alcanzada en Doha, Ángela Martínez reconoce que la prueba no transcurrió como hubiera deseado. “No es excusa, pero creo que me pasó factura el fuerte proceso vírico sufrido a mediados de enero. Hubo algunos días en los que me encontré bastante mal. Ni siquiera pude entrenar. Este pasado sábado, opté por empezar con una estrategia conservadora. Poco a poco, fui ganando posiciones, pero no como hubiera querido. Es decir, no sentía que tenía la carrera controlada. Pese a todo, siempre conservé la serenidad, la mente fría. No me crispé, no me desesperé, no me rendí. Hice un esfuerzo descomunal en los últimos 500 metros y conseguí mi sueño. Se demostró que, en una prueba tan larga como los 10 km en aguas abiertas, cuenta el cómo se acaba, no cómo se empieza. Dicho todo esto, puedo hacerlo mucho mejor. A ver si lo consigo en París”, explica Ángela Martínez Guillén.

El hito protagonizado por la nadadora ilicitana no sorprende. Es, más bien, la culminación de su imparable evolución durante los últimos años. La deportista FER atesora calidad, categoría, talento. Y, sobre todo, pasión por la natación y ambición por llegar a lo más alto. Parca en palabras (aunque cada vez, menos) Ángela es un torbellino cuando se sumerge en el agua. Especialmente, en las pruebas en aguas abiertas, la disciplina que la ha encumbrado y la ha propulsado, con tan 19 años, hacia unos Juegos Olímpicos. 

Una vez se ha garantizado su presencia en París 2024, Ángela Martínez quiere exprimir al máximo su participación en los Juegos del próximo verano. Con la tranquilidad de tener ya el billete olímpico en el bolsillo, la deportista ilicitana también quiere conseguir plaza en la natación convencional. Será en el mes de junio cuando llegue el momento de asaltar las mínimas en los 800m y en los 1.500m. No obstante, dentro de dos semanas, la nadadora FER se examinará en el Open de invierno, torneo que se celebra en Sabadell. Lo hará sin presión, con los deberes hechos y bien hechos. El presente conlleva alegría, orgullo, satisfacción al constatar que el ímprobo esfuerzo de los últimos años ha merecido la pena. Y el futuro apunta a optimismo, a ilusión, a grandes expectativas, a pensar en lo máximo. Porque Ángela no ha alcanzado todavía su tope. Todo lo contrario.