Todavía son muy jóvenes. Tienen por delante una prometedora trayectoria deportiva. Están llamados a vivir grandes momentos. Y a lograr que la vela les devuelva, con éxitos y alegrías, su apuesta, total e incondicional, por este deporte. No obstante, Enrique Luján y Antonio Torrado, ambos de 19 años, se disponen a afrontar unas semanas muy importantes. En el horizonte, los dos grandes eventos del año: el Campeonato de Europa absoluto (al tiempo, Europeo sub-23, la categoría de Enrique y Antonio), previsto en Inglaterra del 13 al 19 de mayo; y el Campeonato del Mundo exclusivamente para los sub-23, fijado en Noruega del 2 al 7 de julio. Dos citas del máximo nivel de la clase 49er (clase olímpica y en la que se compite por parejas) en las que los regatistas FER aspiran a ser protagonistas y, sobre todo, a demostrar su evolución y crecimiento con respecto al pasado año.
El binomio Luján-Torrado empezó su travesía en 2018. Tras proclamarse campeón del mundo de clase 420 con su hermano Pablo, Enrique decidió reforzar su inmersión en la vela y optó por adentrarse en una clase olímpica, la 49er. Encontró como pareja a Antonio Torrado, un joven deportista torrevejense que lleva el mar y la vela en las venas. No en vano, desde que tenía 1 año surcaba los mares en un pequeño crucero de sus padres. Los inicios resultaron complicados. Las competiciones celebradas durante el pasado año ofrecieron pocas satisfacciones. A cambio, Enrique y Antonio adquirieron una experiencia impagable. Los rigores de una clase, la 49er, con una exigencia brutal y con una rivalidad implacable se convirtieron en la mejor escuela. En el mejor aprendizaje. Aunque comprobaron de primera mano lo que les esperaba, la decisión era firme. Ambos quieren triunfar en el mundo de la vela y abrigan el sueño de ser olímpicos. Por ello, en septiembre, abandonaron la Comunitat Valenciana y se trasladaron al Centro Especializado de Alto Rendimiento de Santander.
Van pasando los meses y la apuesta va dando sus frutos. A finales de febrero, Enrique y Antonio se proclamaron campeones de España absolutos en Torrevieja. Si bien es cierto que en este certamen no participaban Diego Botín y Iago López Marra, el tándem que, actualmente, marca la pauta en la clase 49er a nivel nacional, la consecución de la medalla de oro resulta altamente significativa. Semanas más tarde, a principios de abril, los regatistas FER compitieron en el prestigioso y selecto Trofeo Internacional Princesa Sofía de Palma de Mallorca. También en este caso las conclusiones resultaron muy reconfortantes: plaza 58ª del global de las 108 embarcaciones participantes, y tercera posición entre las 10 parejas españolas presentes en el certamen balear.
En realidad, de los dos próximos eventos, el más importante para Enrique y Antonio es el Mundial sub-23 de Noruega en julio. Ambos se han trazado el objetivo de conseguir una de las 8 primeras plazas. Lo que parece obvio es que el dúo funciona. “En lo deportivo, nos compenetramos muy bien. Antonio es el tripulante y yo el patrón. El tripulante es el que va en proa y lleva la mayor en la ceñida. Tiene que ser muy hábil y, sobre todo, debe tener unas grandes condiciones físicas. Mientras, el patrón lleva el timón y el foque de ceñida. Su labor es más táctica y estratégica”, explica Enrique. “En lo personal, por ahora, nos aguantamos” comenta, entre risas, Antonio, quien añade: Nuestra relación es muy importante. Al final, pasamos mucho tiempo juntos y hay que saber separar lo humano de lo profesional. Claro que hay momentos de tensión y nervios, pero, en general, la convivencia es muy buena. Su bien es el mío y viceversa”, concluye el deportista alicantino. Para ambos, llega el momento de la verdad.