Quien no arriesga, no gana. Ésta es una de las máximas a las que, en su día, se abrazó Liliana Fernández (Alicante, 04/01/1987) para convertir su tozudez en virtud, para transformar su deseo y obstinación en una oportunidad bien aprovechada. Jugadora de voleibol desde los 13 años en el Club Voleibol de Benidorm, su idilio con la modalidad de vóley playa se inicia en el año 2005, justo cuando alcanza la mayoría de edad. En ese momento, deja su Alicante natal y se desplaza hasta Arona, Tenerife, donde se enrola en un centro de tecnificación deportiva. Allí conoce a Elsa Baquerizo, con quien empieza a conformar un inseparable binomio deportivo. A los 22 años, llega un nuevo cambio de aires y la apuesta por la aventura. En un lado de la balanza, la incertidumbre por la falta de recursos económicos; en el otro, su firme convicción de que merecía la pena el riesgo. Pioneras e intrépidas, logran la recompensa de acudir a los Juegos de Londres 2012, donde abandonan el anonimato por una repentina notoriedad. Ahora, 4 años más tarde, más maduras y expertas, se encaminan hacia sus segundos Juegos Olímpicos consecutivos.
Han pasado ocho años desde que, junto con tu compañera Elsa Baquerizo, decidiste emprender una apuesta por el vóley playa sin saber cómo acabaría la jugada. ¿Qué recuerdas de aquel momento?
En realidad, fue nuestro entrenador actual y también en aquel momento, Daniel Rodríguez Wood, quién confió en nuestro potencial, el que vio en nosotras algo que nadie más veía. Y nos planteó un proyecto en común, los tres juntos, con un objetivo a largo plazo, unos JJOO, pero que llegó a los 4 años, antes de lo esperado. Desde el principio, confiamos en su propuesta, nunca dudamos, no cabía en nuestra cabeza otra opción que no fuera no llegar. Sabíamos que, tarde o temprano, llegaríamos.
Los primeros grandes resultados llegaron en el año 2012 con la plata en el Open de Finlandia y el bronce en el Europeo de Holanda. Pero vuestra irrupción llegó en Londres 2012…
Sí. En aquel momento, éramos casi unas desconocidas para el gran público y sé que enganchamos a mucha gente delante de la televisión cuando transmitían nuestros partidos. Una lástima no pasar a los cuartos de final, lo tuvimos bien cerca. Pero sí, los Juegos de Londres supusieron para nosotras un punto de inflexión. Luego llegaron más éxitos, como la plata en el Europeo del 2013.
Llevas jugando con Elsa Baquerizo como pareja desde hace diez años. ¿Cuáles son vuestras principales virtudes?
Nuestra principal virtud es la amistad. El cariño que nos tenemos entre los tres, incluido también nuestro entrenador, permite que cada triunfo valga el doble y que superemos rápidamente la decepción que nos causan las derrotas. Formamos un gran equipo y tenemos una gran química. Y también le ponemos mucha garra y corazón a cada partido a cada jugada, vayamos arriba o abajo en el marcador.
Cuando llega la temporada, tu casa son los aviones y los hoteles. Y los destinos son lejanísimos. ¿Qué es lo mejor y lo peor de tanto ajetreo?
Lo mejor es la gente que conoces, las experiencias, los lugares que visitas…darte cuenta de que hay diversidad de culturas. Es un privilegio vivir todo esto y poder transmitirlo a tu gente. Lo peor es tener que dejar de lado familia, amigos, pareja, estudios…se echa de menos ese cariño y compañía cuando estás fuera. Y también supone un sacrificio intentar compaginar la carrera deportiva con los estudios.
Tenéis muy encarrilada vuestra presencia en los Juegos de 2016. Recuérdanos cuántas parejas competiréis o se clasifican para Rio. Además, ¿cuál es el objetivo que os planteáis?
Por ranking mundial, se clasifican 17 parejas, como máximo dos de cada país. Se contabilizan los 12 mejores resultados entre 2015 y 2016. La lista se cierra el 13 de junio. Hasta entonces, no tendremos la clasificación segura al 100%, pero lo que está claro es que queremos luchar por las medallas. El Londres éramos más inexpertas en ese tipo de competición, pero en Río tendremos más experiencias acumuladas e iremos a por todas.