Néstor Abad, tesón y templanza hasta el bronce

De Néstor Abad, se sabe que es un fiel seguidor y practicante de la filosofía zen, de las técnicas de relajación y meditación. Acostumbrado a superar las dificultades y diversas lesiones de gravedad, el deportista de Alcoy no pierde los nervios con facilidad. Su templanza y autocontrol son admirables. Ayer, lo demostró con creces en la última jornada de la competición de gimnasia artística de los Juegos Mediterráneos 2018.

Tras protagonizar un excelente torneo, Néstor apuró hasta el último suspiro para colgarse una medalla individual más que merecida. Haber abandonado Tarragona sin tal premio hubiera sido un desenlace cruel. Tras contribuir decisivamente al oro por equipos que la selección española obtuvo el pasado el fin de semana, el gimnasta FER estuvo acariciando el podio en el torneo individual toda la jornada del lunes y todo el día de ayer. Finalmente, en la última oportunidad, en la final de barra fija, alcanzó un bronce que sabe a oro, y que representa una justa recompensa a cuatro días en los que ha ofrecido brillantes prestaciones.

Tras lo visto en Tarragona, Néstor Abad parece recuperar su mejor versión. Sus sonrisas y gestos de satisfacción le delatan. Durante el fin de semana, lideró la fase clasificatoria tras brillar, especialmente, en las pruebas de suelo y barra. Buena parte del oro de la selección se debe a su contribución. Los resultados conseguidos en las jornadas del sábado y el domingo le permitieron llegar a la final de all around individual (o concurso completo) del lunes como el mejor de los 24 gimnastas clasificados. Para su desgracia, un error en su primer ejercicio, el de suelo, le iba a penalizar y a apartar del podio. Ironías de la vida, dos días antes, lo había bordado en este mismo aparato. Tras competir a contracorriente durante el resto de la final, sólo pudo concluir en una notable quinta posición.

Quedaban, sin embargo, los comodines de las finales parciales por aparatos. Gracias a su espectacular actuación del fin de semana, Néstor Abad iba a estar presente en cinco de esas seis finales. La sesión se convirtió en un tobogán de sensaciones. Empezó con la final de suelo. Una diagonal mal finalizada quemaba su primer cartucho. Siguiente oportunidad, caballo con arcos. Mejoró sensaciones, pero quedó lejos del podio. Tercera opción, las anillas, uno de sus aparatos preferidos. Abad firmó una buena actuación, pero no fue suficiente. Tuvo que conformarse con la quinta plaza. El tiempo pasaba, cada vez quedaban menos ejercicios y opciones de subir al podio. Turno de las paralelas. El gimnasta FER Néstor Abad rozó la excelencia, pero se vio superado por sus rivales. Acarició el podio. Fue cuarto. Cualquier otro deportista se hubiera derrumbado, pero no Néstor Abad. Siempre dispuesto a quedarse con el lado positivo de las cosas, el alicantino encaró con la máxima entereza su, ahora sí, última oportunidad: la final de barra. Y lo logró. Clavó la salida y deslumbró con un ejercicio técnicamente casi perfecto que lo catapultó hasta la tercera posición. Demostró que su fuerza mental lo convierte en un deportista especial.

Ahora, tras los Juegos Mediterráneos, le esperan tres grandes citas. La primera, en territorio doméstico, el próximo mes de julio, con el Campeonato de España en Guadalajara. Néstor parte como favorito. El siguiente reto se presenta en agosto, en Escocia, concretamente en Glasgow, sede del Campeonato de Europa, donde tendrá una nueva oportunidad de brillar ante los mejores gimnastas del continente. Concluirá la temporada en el mes de octubre a lo grande, en el Mundial de Doha (Catar). Tres citas, dos de ellas decisivas en su carrera hacia los Juegos de Tokio. El pistoletazo de salida ya está dado. Ahora, cada entrenamiento, cada competición, cuenta. El sueño de repetir unos Juegos es la máxima motivación. Como lo es el firmar una gran gesta en una competición internacional de postín. Néstor vuelve a sonreír. Mientras, seguirá con sus célebres técnicas de relajación y meditación. Las que ayer le permitieron respirar hondo y no alterar el pulso hasta lograr su premio. Más que merecido.