Mucho mérito. Mucho valor. La historia de Héctor Catalá empieza a convertirse en excepcional, en extraordinaria, en digna de encomio. No le doblegan ni sus casi 37 años (los cumple mañana), ni unas últimas temporadas muy accidentadas, ni el profundo dolor (sobre todo, emocional) que le generó la caída sufrida en los Juegos de París, y que, muy posiblemente, le privó de una segunda medalla en unos Juegos. Pese a los obstáculos aparecidos en su camino de un tiempo a esta parte, Héctor sigue siendo el de siempre. Es decir, un apasionado de su deporte, un estudioso de los rivales, metódico en su día a día, riguroso en su planificación… y, cómo no, competitivo, ambicioso y autoexigente. El embajador FER se sigue haciendo un hueco entre los mejores en las grandes pruebas internacionales. Reconocimiento y admiración.
La última gran conquista de Héctor Catalá llegó este pasado fin de semana. El deportista valenciano se proclamó campeón de Europa de triatlón paralímpico (clase PTVI, clase de discapacidad visual) en Besançon, Francia. El mejor regalo para su inminente 37º cumpleaños. Catalá y su nuevo guía, el madrileño Diego Méntrida, se impusieron a rivales tan cualificados como los franceses Perel y Rigaudeau, o como los británicos Kelly y Ellis. Este último ejerce una hegemonía casi indiscutible, una jerarquía casi inapelable. Sin embargo, su superioridad no está exenta de sustos, de sobresaltos.
El pasado sábado, Ellis sufrió una avería con su bicicleta en el tramo de ciclismo. Salvando las distancias, lo mismo que le ocurrió a Héctor en los Juegos Paralímpicos de París. Los imponderables siempre están al acecho. El objetivo es esquivarlos. Al margen de esta jugada del destino, el deportista FER se mostró muy sólido. De los 10 competidores, fue el segundo mejor sobre la bicicleta y fue el más rápido en el segmento de carrera a pie. Catalá desempolvó su mejor versión, reverdeció viejos laureles y se llevó el oro en el Campeonato de Europa 9 años después. Ya había sido campeón continental en 2016, en Lisboa. Otro ejemplo de deportista longevo, casi irreductible.

Sí. Me ha generado mucha emoción. Considero que es el premio a la constancia. Cuando va todo bien, es más fácil encontrar la motivación para entrenar y competir. Cuando surgen dificultades, hay que hacer un sobreesfuerzo. Yo he sido capaz de sobreponerme a tiempos complicados y aquí está la recompensa.
No hablaría de milagro. Hablaría de trabajo, de perseverancia, de resistencia, de mentalidad, de no rendirte, de creer en lo que haces… Dicho todo esto, sí es cierto que seguir siendo competitivo a ciertas edades tiene mucho mérito.
Me limito a decir lo de siempre. Entrenamiento a entrenamiento, prueba a prueba, brazada a brazada, pedalada a pedalada, zancada a zancada… Ni antes era tan malo o parecía incapaz de conseguir grandes resultados, ni ahora soy muy bueno y lo voy a ganar otra vez todo. Ya digo: paso a paso. El tiempo dirá.
Con Diego, muy bien. Él es también ‘culpable’ de mi resurrección. Lo mejor que puedo decir de él es que me recuerda a mi querido y entrañable Gustavo Rodríguez, el guía con el que obtuve los mejores resultados. En cuanto a los planes de futuro, no volveré a competir hasta después del verano. Estaré todo agosto en Sierra Nevada para preparar la gran cita del año: el Mundial de Australia, que será en octubre.